NOS MIRA DESDE TODAS LAS DISTANCIAS, UN SER HUMANO FANTÁSTICO, UN TOMÁS PEREYRA DÍAZ, INOLVIDABLE

Por Socorro Barrantes

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Nuestro jugador estrella Tommy, entra por la mano derecha, se dirige hacia la izquierda, toma la pelota en sus manos yyyyyyyyyy Canasta, punto para ganar el campeonato de la vida. Logró trascender el espacio terrestre, ganar el firmamento de la vida suprema, aquél que reluce en plenilunio y se escabulle en las nubes tormentosas, anunciando torrencial lluvia, que vivificará la tierra, el mar, el aire. Tu partida nos dejó entre nebulosas, pero ahora brillas ya en nuestro espíritu, no sé si como estrella, ángel, bienhechor, pues nunquita te gustó brillar con tus éxitos, logros, ejemplo. Y, es precisamente por ello, que Cajamarca te admira, y extraña, y llora, y sueña, con ese hombre humanísimo que supo conquistar la grandeza del silencio y la humildad.

Enseñaste con pasión a driblear el universo, les enseñaste a tus hijas adolescentes, a conquistar la sabiduría, las emociones, el triunfo circular de la existencia. Todo da vueltas, desde nuestras simples manos, hasta la sabia decisión para triunfar, no sometiendo, no compitiendo, siguiendo el juego de la vida como la del autor puertorriqueño Mundito Medina, interpretado por Daniel Santos: “En el juego de la vida/ Juega el grande y juega el chico/ Juega el blanco y juega el negro/ Juega el pobre y juega el rico”. Ese era tu sueño, una cancha deportiva para cada barrio o comunidad andina, donde chicos, jóvenes, mayorcitos, aprendiésemos a jugar la vida, con esos valores que nos hacen tanta falta, con esa risa que glorifica sanamente el triunfo; con esas lágrimas de lluvia sedentaria, cuando se pierde en el campo de la suerte. Suerte que la hace uno mismo, que se la esgrime con inteligencia, que se la debe aceptar con humildad. Por allí estaba la Triple A, que gozó intensamente de tus talentos para engalanar el teatro, para iluminar las sombras, para apuntar el texto que se olvida, para recoger lo vivido en el teatro, en el arte, en la danza de Coppelia, en cada evento cultural al que asistías, grabando la memoria en sendas fotos, que ojalá vean la luz en hermoso libro. Lector empedernido de arte, filosofía, ciencia, artesanía, otro de tus hobbys callados. Hablador de varias lenguas. Arreglador de todo daño.

Tu humildad era mágica Tommy, cajacho naturale al decir de Jaime Valera. Te quedaste, te mudaste de cuerpo y alma entera a esta tierra que, supongo, no siempre se portó bien. Soledades entraban por las rendijas de las puertas de tu casa en el Jr. Junín y cuántas penitas solas desayunaste en invierno. Y tal vez otras tardes pasabas guardando centavitos para comprarte la hora del tiempo agreste, que iluminaba tus grandes músculos de basquetbolista genial. Allí, en esa casita, compartiste enormes o particulares sueños, con Rosa Paz Soldán, hada madrina que te quiere con la amistad de los dioses, eternos dioses que no olvidan. La vida siempre es una diversidad de montañas, que hay que escalar, valles prodigiosos que hay que sembrar, fuentes cristalinas que hay que beber, abismos insoslayables que hay que cruzar, sencillez humana que hay que vivir, con todo el aliento del amor.

Cuántas cosas por decir faltan, necesarias, quedan en el tintero. Tú sabes y comprendes las debilidades de los quebrantadores de la escritura, sólo quiero concluir mencionando a una entidad que te abrió su corazón de par en par, María de Nazareth, a un célebre de tus amigos, José Julio, tu pata, tu pana, amigo del alma, con el que recorriste el mundo entero, en la mágica Magdalena y otras estancias. Te hizo sentir dueño y señor del paisaje maravilloso del existir. Viviste la vida con pasión de juego limpio, con la frente alta, sencilla y pura, con el corazón repleto de sentires, llevándolos en la alforja multicolor de Cajamarca. Cada uno de los presentes, varones y mujeres, susurran su propio sentir, despacito, en tu oído fabuloso.

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